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La santidad de Dios, ilumina la pecaminosidad del hombre.
. Recuerda lo que dijo Isaías al ver a Dios: "Ay de mí, que soy muerto" Isaías 6:5. ¿Porque temblaba tanto? Porque era cera delante del sol; una vela en un huracán; un pececito en las cataratas del Niágara. La Gloria de Dios era demasiado grande; su pureza demasiado genuina.
Entonces qué hacemos? Si es verdad que "sin santidad nadie vera al Señor" Hebreos 12:14 NVI.
La respuesta la tiene Moisés: "He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartare mi mano, y veras mis espaldas; mas no se verá mi rostro" Éxodo 33:21-23. ¿Si lo viste?
Dios lo hizo. Dios le dio a Moisés un lugar donde pararse. Dios colocó a Moisés en la hendidura. Dios cubrió a Moisés con su mano. Dios paso junto a él y Dios se revelo. Lo único que hizo Moisés fue pedir; lo mismo que podemos hacer nosotros, pues solo al pedir recibimos, y solo al buscar hallamos. Dios es el que nos equipara para ese momento. ¿No nos ha provisto una roca, el Señor Jesús? ¿No nos ha dado una hendidura, su gracia? ¿Y acaso no nos ha cubierto con su mano, su mano horadada? ¿Y acaso el padre no está en camino para buscarnos?
Solo El, puede declarar inocente al culpable y hacer santo al pecador.
Dios te bendiga.
Sé firme en tus actitudes y perseverante en tu ideal.
Pero sé paciente, no pretendiendo que todo te llegue de inmediato.
Haz tiempo para todo, y todo lo que es tuyo, vendrá a tus manos en el momento oportuno.
Aprende a esperar el momento exacto para recibir los beneficios que reclamas.
Espera con paciencia a que maduren los frutos para poder apreciar debidamente su dulzura.
No seas esclavo del pasado y los recuerdos tristes.
No revuelvas una herida que está cicatrizada.
No rememores dolores y sufrimientos antiguos.
¡Lo que pasó, pasó!
De ahora en adelante procura construir una vida nueva, dirigida hacia lo alto y camina hacia delante, sin mirar hacia atrás.
Haz como el sol que nace cada día, sin acordarse de la noche que pasó.
Sólo contempla la meta y no veas que tan difícil es alcanzarla.
No te detengas en lo malo que has hecho; camina en lo bueno que puedes hacer.
No te culpes por lo que hiciste, más bien decídete a cambiar.
No trates que otros cambien; sé tú el responsable de tu propia vida y trata de cambiar tú.
Deja que el amor te toque y no te defiendas de él.
Vive cada día, aprovecha el pasado para bien y deja que el futuro llegue a su tiempo.
No sufras por lo que viene, recuerda que “cada día tiene su propio afán”.
Busca a alguien con quien compartir tus luchas hacia la libertad; una persona que te entienda, te apoye y te acompañe en ella.
Si tu felicidad y tu vida dependen de otra persona, despréndete de ella y ámala, sin pedirle nada a cambio.
Aprende a mirarte con amor y respeto, piensa en ti como en algo precioso.
Desparrama en todas partes la alegría que hay dentro de ti.
Que tu alegría sea contagiosa y viva para expulsar la tristeza de todos los que te rodean.
La alegría es un rayo de luz que debe permanecer siempre encendido, iluminando todos nuestros actos y sirviendo de guía a todos los que se acercan a nosotros.
Si en tu interior hay luz y dejas abiertas las ventanas de tu alma, por medio de la alegría, todos los que pasan por la calle en tinieblas, serán iluminados por tu luz.
Trabajo es sinónimo de nobleza.
No desprecies el trabajo que te toca realizar en la vida.
El trabajo ennoblece a aquellos que lo realizan con entusiasmo y amor.
No existen trabajos humildes.
Sólo se distinguen por ser bien o mal realizados.
Da valor a tu trabajo, cumpliéndolo con amor y cariño y así te valorarás a ti mismo.
Dios nos ha creado para realizar un sueño.
Vivamos por él, intentemos alcanzarlo.
Pongamos la vida en ello y si nos damos cuenta que no podemos, quizás entonces necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas.
Así, con otro aspecto, con otras posibilidades y con la gracia de Dios, lo haremos.
No te des por vencido, piensa que si Dios te ha dado la vida, es porque sabe que tú puedes con ella.
El éxito en la vida no se mide por lo que has logrado, sino por los obstáculos que has tenido que enfrentar en el camino.
Tú y sólo tú escoges la manera en que vas a afectar el corazón de otros y esas decisiones son de lo que se trata la vida.
“Que este día sea el mejor de tu vida".
¿A que le temes?
Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo.
Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento.
Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mí.
Temía me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mí mismo y en Dios.
Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.
Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.
Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.
Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.
Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mí mismo.
Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.
Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.
Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.
Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.
¡TE HICE A TÍ, A MÍ PROPIA IMAGEN!
Era un día lluvioso y gris, el mundo pasaba a mí alrededor a gran velocidad.
Cuando de pronto, todo se detuvo. Allí estaba, frente a mí: una niña apenas cubierta con un vestidito todo rotoso que era más agujeros que tela.
Allí estaba, con sus cabellitos mojados, y el agua chorreándole por la cara.
Allí estaba, en medio de un mundo gris tiritando de frío.
Allí estaba, sola y hambrienta.
Me encolericé y le reclamé a Dios.
- ¿Cómo es posible Señor, que habiendo tanta gente que vive en la opulencia, permitas que esta niña sufra hambre y frío?
- ¿Cómo es posible que te quedes ahí tan tranquilo, impávido ante tanta injusticia, sin hacer nada?
Luego de un silencio que me pareció interminable, sentí la voz de Dios que me contestaba:
¡Claro que he hecho algo! …
¡Te hice a ti para servir y amar! …
¡Te hice a ti a mi propia imagen!
MORALEJA: El gozo verdadero sólo llega cuando amamos y servimos a nuestro prójimo. Porque cuando estamos al servicio de nuestros semejantes sólo estamos al servicio de nuestro Dios.